miércoles, 2 de junio de 2010

Romántica

No me mires así
desde la falsa altura
del tiempo transcurriendo
como un torrente turbio
que atraviesa y lubrica
las grietas de las piedras, demoradas ahora
debajo de esa piel que no arderá de nuevo
en el fuego de entonces, consumido
no sigas
señalando las puertas que no abro a mi paso
ni golpeo
en el instante extático de la desesperación,
no aúlles tu dolor
desde la fotografía
que guardo por error encima de mi mesa,
no resistas
la indignidad del polvo
la tormenta
desatada en los vasos donde bebo
la hiel que habrás bebido
para nombrar un día la dulzura indecible
que enlazaba asfixiando
tu vida con mi vida
(sólo aridez sedienta
si ya ha huído la lengua
encallada en la arena de una saqueada boca)
Aquél profundo amor merece estos honores:
deseémonos la muerte
inexorable y lenta
la lápida marmórea
aniquilante
que eche sobre la tierra
un amplio y hondo olvido,
o despliegue el capote que teje ya la escarcha
para envolver los cuerpos en un abrazo rígido
y las noches nos traigan
dolorosas, temidas
el pasaje ilegible del alivio.

1 comentario:

Mónica Sabbatiello dijo...

Tremendo.
Qué fuerza y aniquilación.
Que imágenes.
Tremendo.