lunes, 23 de agosto de 2010

Antigüedades

Esa muñeca antigua no recuerda mi infancia
no la trae inequívoca, sobreviviente
(no retorna con signos ni evidencias)
en mi infancia, las muñecas ya eran viejas
aún puedo recordar, reconociéndolas
las babas de pegamento en las suturas,
y el golpe fatal que se llevó cada pequeña astilla
a un océano de aguas tan mezquinas
como el plano que recortan dos baldosas:
la muñeca de infancia
la raída,
vencida o arrastrada por fuerza de la escoba
humillada otra vez por los zapatos
o por la nada, que se arremolina y se asienta
viscosa, en los sumideros del olvido.
Sí, en mi infancia
ya empezaban a romperse las cosas,
ya intentaban decirme
-aunque en voz baja, todavía-
nada te pertenece,
salvo esos restos abandonados por los otros
traza inestable, lábil
de hilos de pegamento,
suturas ciegas,
algo tristes
-como todo más tarde-
pretenciosas.

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